Una tarde de toros, una sola, puede contener el mundo: la magia y la barbarie, el estruendo y el silencio, lo vulgar y lo sublime, la emoción o lo indecible. También el roce de la muerte y su secreto guardado por las horas. Ninguna se parece a las demás, pero tienen en común la resonancia del acontecimiento. El fotógrafo Manuel Naranjo Martell sabe que incluso las tardes de toros que no dejan rastro, y nada desprenden, albergan algo insólito. Un instante, un gesto, un rumor, una evidencia meticulosa. Pues de eso se trata, de sentir por un segundo cómo lo inesperado (si combustiona) se conjuga con la oscuridad.

“Al encuentro del asombro” prólogo de Antonio Lucas para Tarde de toros.

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2016

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